Capítulo 1: La celda.

Tras los barrotes de la ventana de una vieja celda se colaba un llanto en mitad de la noche. El ocupante de la celda, un anciano de muy avanzada edad, observó la suave luz de la luna que atravesaba la ventana y oyó el llanto más claro en ese momento.


-¿Por qué lloras?-. Preguntó el anciano sin saber si obtendría respuesta. En ese momento se hizo el silencio y el anciano volvió a preguntar esta vez en voz más alta -¿Por qué lloras si vives en libertad?-.


Finalmente una voz débil pero clara y llena de pena contestó desde el otro lado de la ventana. -Porque tengo mucha hambre y mi familia también-.


-Si quieres yo puedo darte algo de comida, pero tendrás que esperar al amanecer- dijo el anciano sin dudar un segundo, y añadió -pero has de conseguir una cuerda y un cazo, para que pueda pasarte la comida hasta la ventana-.


Al término de sus palabras, una sombra ocultó parte de la luz de la ventana y el anciano se puso en pie esperando encontrar el rostro del desconocido. Un hombre de mediana edad, con la cara manchada de negro y una barba descuidada se asomaba con los ojos muy abiertos entre las rejas de la ventana.


-¿Harías eso?, ¿compartirías tu comida conmigo?- dijo muy nervioso el hombre tras la ventana.


-Si-. Dijo el anciano. Y añadió -es más dime que te gustaría para comer y eso tendrás-.


-¿Me tomas el pelo, estás preso como podrías tu hacer eso que dices?- Dijo el hombre de la ventana.


-Verás amigo mendigo-, comenzó diciendo el anciano. –Mañana seré condenado a muerte en la horca y como último deseo me concederán lo que les pida, comeremos juntos mi última comida si aceptas mi invitación-, concluyó.


El sonido de unos pasos apresuraos corriendo calle abajo atravesó la ventana de la celda, el mendigo se había ido.




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